Recien Llegados

¿Como puedo saber si soy adicto?

Has de llegar a esta conclusión por ti mismo. Reconocer que somos impotentes es lo que se llama “trabajar el primer paso”. Como afirma nuestro primer paso “Admitimos que éramos impotentes sobre la lujuria—que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables—”. Lleva tiempo—y mucho sufrimiento—admitir que la lujuria nos ha derrotado. Más tarde o más temprano decimos: “Me rindo”, “necesito ayuda”, “solo no puedo”, o algo semejante. Cada una de estas frases es una admisión de impotencia.

Es por eso por lo que no funciona cuando tratamos de alcanzar la sobriedad por otra persona como un familiar o nuestro jefe. Tenemos que admitirnos a nosotros mismos nuestra derrota y buscar ayuda porque eso es lo que necesitamos.

Examinate a ti mismo

¿Se te ha ocurrido alguna vez pensar que necesitas ayuda para modificar tu comportamiento o pensamientos sexuales o te lo han sugerido otras personas?

¿Has tratado alguna vez de parar o limitar tus conductas y pensamientos sexuales sin conseguirlo?

¿Perjudican tus pensamientos y conductas sexuales a las relaciones con tu cónyuge o dificultan que te hagas cargo de tus responsabilidades con los demás?

A pesar de las consecuencias negativas de tus conductas sexuales—humillaciones, mentiras, enfermedades, pérdida de trabajo, arrestos, divorcios o actos inmorales—continúas practicando dichas conductas?

¿Te han dicho alguna vez que eres adicto al sexo o te han llegado a arrestar por algún delito relacionado con el mismo?

Sé que solo no puedo. Lo he intentado anteriormente sin resultado alguno. ¿Quieres decir que es posible?

Sí, la sobriedad sexual es posible. Hay miembros sobrios de SA en todo el mundo, tanto casados como solteros. Juntos podemos alcanzar la sobriedad y vivir sobrios en SA si trabajamos el programa día a día.

¿Qué tengo que hacer para alcanzar la sobriedad?

No existen absolutos en el programa de SA, pero te podemos decir qué es lo que hacemos para alcanzar la sobriedad. Acudimos a las reuniones; trabajamos los pasos; leemos las publicaciones (de SA y de AA); tenemos padrinos o madrinas a quienes telefoneamos con regularidad. Muchos de nosotros hemos llegado a confiar en un Poder Superior que nos mantiene sobrios.